José Muñoz Domínguez
/ DNI nº 08.104.629-G
Pongo la tele para cenar (ración telediaria de vísceras, ya
saben) y salen escenas de disturbios en las calles de Marsella.
Ya está -me digo-, ha estallado la revuelta, la revolución
pendiente desde el '68, el comienzo de un nuevo ciclo como en 1789 ¡y en la
civilizada France, como entonces!
Al calor de las reivindicaciones nacionales contra una
legislación laboral retrógrada, la población se habría lanzado a la calle
exigiendo soluciones a la crisis económica, a la guerra en Siria o Palestina, a
la tragedia de los refugiados, a la explotación infantil, a los abusos de las
multinacionales, al mercadeo de armas, al gobierno del dinero, a la locura del
islamismo radical; estarían gritando justicia contra los deshaucios y la
corrupción, mano dura contra los pedófilos y un nuevo Núremberg para el Trío de
las Azores.
Ya me disponía a buscar en la despensa una botella que
descorchar cuando la voz en off me bajaba de la nube: no eran citoyens indignados,
sino hinchas rivales tras un partido de fútbol, ingleses y rusos borrachos de
violencia.