Diagnóstico Diferencial

Vivir apasionadamente un tema, cualquier tema de cualquier índole, es bueno en su justa medida; pero cuando se llega a un punto en que el entusiasmo se convierte en obsesión... la ruptura con la realidad puede dejar secuelas. Todo esto viene a cuento porque parece que hay gente que vivió doce años en un Béjar distinto al que todos vimos hundirse. Esta enfermedad puede llegar a ser contagiosa, y su primeros síntomas son las alucinaciones cognitivas que parece que empiezan a padecer los que en su tiempo fueron los verdaderos portadores de la propia dolencia.
Para subsanar ese padecimiento, más de cuatro mil bejaranos diagnosticaron una prescripción de dosis masiva de cambio radical durante 24 horas al día en tratamiento de 4 años para la extirpación del mal, una recuperación milagrosa y una mejor convalecencia, tras el paso por una enfermedad terminal: "Alejitis aguda" o "Lupus vetón". Un mal del que parece que poco a poco nos vamos recuperando a pesar de las cicatrices que hemos padecido tras las heridas mortales asestadas a esta ciudad durante doce años, con llagas continuas en todos y cada uno de nuestros órganos vitales, día sí y día también.
Para tratar de forma tajante y cortar de raíz la ceguera provocada por esta epidemia hay dos vías de solución:
Esta misma mañana sin ir más lejos, comentaba uno de esos pensamientos con un amigo. Mi amigo reflexionaba en voz alta discrepando en mis inquietudes. Sinceramente, verdades a su argumentación no le faltan, pero creo que le sobra ímpetu. Las cuestiones más trascendentales, y creo no equivocarme en esta afirmación, se tratan y se abordan mejor con la máxima objetividad posible, desde la tranquilidad, el sosiego, la frialdad, y cuanto mayor sea la distancia y la tierra que se ponga de por medio. En resumidas cuentas, la tesis de mi amigo, y la de muchos bejaranos, es la hacer frente a pecho descubierto a cuantos enemigos salgan al paso en la cruzada por la verdad, y echarse encima de los hostiles adversarios en el momento en que éstos blandieran sus armas de forma amenazante. Es una manera de verlo. Un método respetable y del que se tienen experiencias tanto positivas como negativas, si bien, habría que tener en cuenta su efecto secundario: La Crispación. Algo que ya hemos sufrido en la última etapa del estigma soportado en sus últimos azotes agónicos de la enfermedad.
Sin embargo, otra de las formas para abordar la erradicación de la epidemia padecida es la del método del facultativo que, tras haber realizado los análisis y pruebas necesarias; no combate a la enfermedad con toda la artillería posible de antibióticos, analgésicos, antihistamínicos, transfusiones, sueros, cateterismos, intervenciones quirúrgicas, y tratamientos agresivos varios; sino que prefiere ir paso a paso. Con una recuperación lenta pero progresiva, que no signifique un cambio brusco en el estado físico del paciente. Adaptándose a la salud que durante tanto tiempo le fue denegada.

¿Cuál es el mejor remedio? Carezco de la respuesta acertada. Ya hay un galeno que está en ello con el diagnóstico diferencial. Pero dudo mucho que haya recetas mágicas que indiquen los medicamentos adecuados para una afección tan grave que hemos padecido tanto tiempo. Quizás sea mejor el remedio radical, quizás sea mejor la progresividad de un tratamiento continuo, no lo sé, pero parece que el facultativo encargado de curarnos ha escogido éste segundo y opina que para el remedio radical siempre hay tiempo.
Pero no olvidemos que las decisiones facultativas, no por serlas, pueden dejar de ser erróneas.